sábado, 11 de abril de 2009

la vida misma


Claro somos presas de este endemoniado
mercantilismo, de la cocacola y los paracetamol. Pagamos y costeamos que nos llenen la caja de publicidad, dejamos que con nuestros impuestos destruyan nuestras raíces, que con nuestro esfuerzo resguarden la aniquilación de este tan perfecto y equilibrado entorno. Costeamos la desaparición de nuestras costumbres, de nuestro milenario bosque, y de las armoniosas olas que nos despiertan con el alma llena en ganas de escalar esas murallas tan bien surcadas por los más preciosos y violentos ríos que conozco, y que en la copa del árbol en la cima del monte el viento frió y la vista a nuestra tierra nos recuerda bien fuerte de donde venimos y de que estamos hechos.
Y es que quien halla tenido la suerte de nacer con su cuerpo y mente dispuestos al futuro sin mas preocupaciones diarias, tiene la obligación y el deber social de ayudar a los que no tuvieron la misma suerte. Y como es que no entendemos la mentira política y económica a la que somos llevados estupida y descaradamente cada día, tan ciegos los tiene el alcohol y el tabaco, la competencia y la búsqueda del éxito.

Por eso mientras más lejos estén los motores de mi, más feliz el corazón, y mientras mas cerca de las alucinaciones a las que mi pueblo me llevará mas lejos me encontrare de esta conciencia que me mata noche a noche.

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